Iván y Wilmer Calderón, se apagó la vida en un destello


Bogotá, 1992

Las tarimas sienten el vacío de la ‘segunda mejor voz del vallenato’, cuyas expectativas fueron alimentadas por sueños juveniles del ayer. El hogar de los Calderón Villero se quedó sin alma desde que, súbitamente, se vieron separados del artista, de su jovialidad y picardía; desde que el corista no vino más de Europa cargado con regalos para todos. La realidad es apenas asimilable. Las miradas lejanas y perdidas dejan asomar la congoja que emana de lo más recóndito de las sensibilidades humanas.

Los familiares aún aguardan ser contagiados de la cálida presencia de los hermanos, en un intento por desafiar el espejismo de palparlos en cada lugar que frecuentaban, en las actividades en que empleaban su tiempo y los instantes compartidos que la memoria conserva latentes en el depósito de los recuerdos. Allí está el cuaderno donde Wilmer llevaba el registro fidedigno de los pormenores del equipo que le hacía vibrar de emoción, el Junior de Barranquilla. Allí, en el patio de la que fue su morada terrenal, las gallinas a las que, sagradamente, suministraba el maíz cada mañana, emiten cacareos apagados por su ausencia.

Wilmer nació el primero de octubre de 1958, en el seno del hogar de Abel Darío Calderón y Aura Mercedes López. Conoció a su novia, Juana Mieles, en el año 1981, con quien posteriormente se casó en el 1985. Wilcal, como afectuosamente era conocido, fue egresado del Colegio Alexander Hamilton de Bogotá. Trabajó en la Clínica San Pedro Claver, durante seis años, gracias a la gestión de su hermana Miledys Calderón. A mediados de la última década del siglo XX regresa con su esposa a La Paz, Cesar. Lourdes Tatiana, la menor de los Calderón Mieles, era entonces una niña de seis años de edad.


De izquierda a derecha: Lourdes Calderón, Juana Mieles, Wilmer Calderón (Q.e.p.d) y Johan Calderón. Bogotá, 1992

Iván nació el 18 de enero de 1964. Se desposó con su prometida, María Claudia Villero, el primero de noviembre del año 1986; ella era una adolescente de 15 años y él tenía 22. Cuando se conocieron, en el 1985, ‘cayita’, como de cariño le decía su esposo, cursaba sus primeros años de básica secundaria en el Colegio San Francisco de Asís, de La Paz. “Vancho”, apelativo con el que sus amigos se referían a Iván, ya se abría paso en el ámbito musical: hacía coros en la extinta agrupación Los Chemis del Vallenato, cuyo acordeonero fue César ‘checha’ Araújo y el cantante, ‘Milito’ Gómez; Yamil Bustillo era otro de los coristas.

Vivencias contadas por David Márquez

David Márquez, primo entrañable de Iván y Wilmer, es poseedor de incontables remembranzas y vivencias familiares. Cuando eran apenas unos infantes, su abuelo, quien era cultivador de yuca, solicitaba los servicios de ‘Wilcal’ y ‘el Davi’ para extraer el producto de la tierra; a cambio de eso, si acaso, recibían las gracias. El abuelo acostumbraba a otorgar dádivas a todos sus nietos y ellos, que colaboraban en las actividades agrarias, no recibían un solo centavo. Cierto día, hastiado de esa situación, David reconvino a Wilmer, diciendo: ¡¿bueno, y es que nuestro abuelo no tiene más nietos?! –Decidieron desde entonces negarse a trabajar con el viejo.

La historia de Iván en la música hunde sus raíces en esas épocas de añoranzas y vigor juveniles. El primer grupo al que perteneció estaba integrado por Eduar Guerrero, Waldir Gutiérrez y David Márquez, estudiantes de secundaria, a excepción de David, quien trabajaba de manera informal en el pueblo. Se encerraban en la casa del papá de Iván y cantaban, al mismo tiempo en que reproducían a través de una vieja grabadora, las canciones de Rafael Orozco. El padre del ‘petaca’, seudónimo de Iván, los escuchaba y se dirigía a ellos, diciendo: <<ustedes van a terminar es en locos>>. No pasó de ser una febril emoción, una quimera de muchachos. No tuvieron ninguna clase de reconocimiento, salvo el que ellos mismos se hacían en sus encuentros furtivos. Los padres de Iván no conocieron el futuro musical de su hijo, murieron a temprana edad, de acuerdo con el testimonio de David Márquez.


De izquierda a derecha: Iván Calderón (Q.e.p.d), María Claudia Villero, Jose Iván Claderón, Daneth Calderón, Wilmer Calderón (Q.e.p.d) y Enrique 'punyi' Sierra. Valledupar, 1996

Años 90 en adelante

Cuando Wilmer regresa con su familia a su pueblo natal establece relaciones con Iván Morón, ganadero cesarense, a quien prestaba sus servicios en latifundios ubicados en Guacoche, corregimiento de Valledupar. Durante esos años presentó una desmejora de su salud cardiovascular, lo que obligó a sus familiares a asumir cuidados especiales con respecto a él. Era habitual ver a Wilmer en la casa de su amigo, “el Vancho Morón”, detrás de la Plaza Olaya Herrera, del municipio; su hermana Miledys siente mucha nostalgia al pasar por ese lugar donde él comulgaba con sus amistades.

Al mismo tiempo, Iván Calderón se hallaba labrando todo un destino musical. “Él decía que tenía que ser un artista, y de los grandes, y lo fue”, testifica David Márquez. De acuerdo al Repertorio de Afiliados Intérpretes Acinpro del 27 de diciembre de 2019, el desaparecido corista figura con un total de 1.819 acreditaciones en las que participó con las agrupaciones musicales de Omar Geles, Alex Manga, Mono Zabaleta, Miguel Morales, Los Gigantes del Vallenato, Los Diablitos, Jorge Oñate, Jorge Celedón, Jean Carlos Centeno, Farid Ortiz, Banda de La Paz, entre otras.

A propósito de la trayectoria musical de Iván, Juan Manuel Geles, hermano del prolífico compositor Omar Geles, publicó en su cuenta de Instagram el 13 de enero de 2020: “la primera vez que lo vi y escuché fue en un pueblo de la Alta Guajira haciéndole coros a Poncho Zuleta. Me llamó la atención su prodigiosa voz; a los pocos días fui a buscarlo a su pueblo para que hiciera parte de nuestra agrupación, Los Diablitos, y aceptó de unas. El resto es historia”.


De izquierda a derecha: José Iván Calderón, Daneth Calderón, Iván Calderón (Q.e.p.d), Alex Calderón, Johan Calderón, Wilmer Calderón (Q.e.p.d) y Aura Mercedes López (Q.e.p.d). La Paz, Cesar, diciembre de 1993.

Gustos artísticos

“Mi papá tenía un buen oído musical, le gustaba la guacharaca y la caja y, ocasionalmente, tomaba la guitarra e interpretaba la única pieza que se sabía. Nosotros nos reíamos cuando él nos invitaba a escuchar su ya conocida ejecución. Nunca se interesó por dedicarse a ese ámbito y sus apariciones artísticas no pasaron de ser sencillas ocurrencias en la esfera familiar, manifiesta Lourdes Calderón, hija de Wilmer.

“A Iván también le gustaba dibujar. Era su pasatiempo. Yo le preguntaba que por qué no se dedicaba a eso, a lo cual me respondía que lo hacía sencillamente por estar ocupado en algo pero nunca se le ocurrió hacer pinturas para exponer o vender”, revela Miledys Calderón, su hermana.

Anécdotas

La esposa y los hijos de Wilmer recuerdan una de sus anécdotas más comunes: llegaron a referirse a él como ‘el general’, debido a sus exigencias con la comida. Lourdes recalca que su papá no despreciaba los alimentos sino que era a veces cuestión de disgusto. En los términos del juego familiar, ‘papito’, otro de los remoquetes de Wilmer, se convirtió en algo así como ‘el hijo pechichón’.

Por su parte, David comenta que en las parrandas de los primos le decía a Iván: -gracias a mí eres lo que eres hoy día, a lo que Eduar Guerrero respondía: -es así, gracias a nosotros y no solamente a David. Este último agregaba: -bueno, también es verdad y entonces “el Vancho” solo sabía soltar la carcajada.


Extinto grupo Los Chemis del Vallenato. La Paz, Cesar, década del 80. Foto: perfil de facebook/ Checha Araújo

Características individuales

A Wilmer le gustaba hacerse comprender con lo que decía y era frecuente que en diálogos con familiares y amigos preguntara con insistencia: ¿entiendes? “Yo me reía y le decía: ¿cómo no voy a entender papá? –todo para que desistiera de sus reiteraciones, asevera Lourdes con un semblante de gratas reminiscencias.

“Iván era un artista completo; coqueto, bien vestido y le gustaba estar oliendo a perfume. Era hincha del Deportivo Cali y del Real Madrid. No me tenía hartos lujos porque era un músico y la mayor partida es siempre para el acordeonero y el cantante; con todo y eso, me hizo mi ranchito. Ayudaba a su familia en todo momento, era muy especial con sus hermanos. Le gustaban las cosas de Dios y aceptaba la invitación a reuniones en templos cristianos y católicos. Asistió durante un tiempo prolongado a la Cruzada Estudiantil y Profesional de Colombia, a la que aportó grabando un sencillo musical”, según su esposa, María Claudia.

Una sonrisa desdibujada

Después de la muerte de Iván, el 13 de enero de 2020, al parecer de un infarto, Wilmer no volvió a ser el mismo. Lloraba como un niño por la desaparición de su hermano. Su viuda, Juana Mieles y sus hijos, Lourdes y Johan, temían complicaciones en su salud. Se desdibujó su sonrisa y mantenía un hermetismo infranqueable. El sábado, 18 de enero, a eso de las 7 a.m. sostuvo una conversación telefónica con su hija en la que inusitadamente él le manifestó un deseo intenso de verla. Quedaron en encontrarse en la casa de ‘Wilcal’. Esta coincidencia quedaría postergada para siempre.

“’Papito’ estaba lleno de gozo ese día con su hijo, su sobrino y conmigo echando chistes. Después él salió a llevar a la hermana al cementerio, con la disposición de visitar la bóveda donde reposan los restos de Iván. Fui a la casa a desayunar y no había acabado bien cuando llega otro primo a darme la fatídica noticia”, expresa David Márquez, resumiendo el dolor en una sola frase: “bueno, así es la vida”.


De izquierda a derecha: David Márquez, Miguel Gutiérrez, Wilmer e Iván Calderón (Q.e.p.d). La Paz, Cesar, diciembre de 2014

David ha tenido incontables chascos. Cuenta que en ocasión de esas brisas intemporales de enero sufrió una contusión en uno de sus dedos, ocasionada por una puerta instalada en su casa. Era sábado. Fue al hospital y le dijeron que ese día no curaban. Acto seguido, respondió con vivacidad: ¡¿bueno y eso dónde se ha visto?! La jefe de enfermería continuó: -se le va a hacer el favor. Imperturbable, David agregó: -¡no es que se me va a hacer el favor, es una obligación de ustedes!

Con ese relato, llegó a la casa de Wilmer el 18 de enero de 2020 en las primeras horas del día e iniciaron el repertorio de chistes. ‘Wilcal’, que discernía muy bien los estados anímicos del ‘Davi’, apenas lo vio llegar aseguró: -Carlos David no viene muy bien ‘sazonao’. –Figúrate Wilcal, voy a curarme y esa pendeja me dice que no se puede porque hoy es sábado y que las curaciones son de lunes a viernes, respondió David.

Una vez entró Miledys y Wilmer al campo santo, en la motocicleta de Wilmer, deciden parquear a escasos metros de la tumba de Iván. Miledys señala que su hermano no se alcanzó a bajar, desplomándose en el vehículo, aparentemente por un infarto fulminante. Recordó, en medio del estupor, que tenía el teléfono en su mano y se pone en contacto con su hijo, Miguel Gutiérrez a quien exclama que venga urgente con Johan Calderón, hijo mayor de Wilmer. El desasosiego fue indescriptible. Los minutos corrieron sin que alguien llegara en su auxilio. La tragedia había acaecido nuevamente en la familia.

Wilmer no murió junto a la tumba de su hermano como declaró el titular del diario digital de Noticias Caracol sino ante la mirada impotente de su hermana. Cuando llega Miguel y Johan es demasiado tarde. Cinco días habían pasado de la muerte del corista. El dolor pudo más que la resignación. ‘Wilcal’ fue tan unido al ‘Vancho’ en la vida como en la muerte.

Se oyó la voz del poeta, aquel lóbrego atardecer del 19 de enero:

“Allí entre familiares y amigos se  dio el adiós a Wilmer Calderón López, la tarde declinaba y se podía ver que pronto llegaría la noche y con ella ese dolor cruel que desgarró los corazones. La escena fue casi que inhumana pero real, sobre el destino de los seres humanos cuando llega el final de la vida. Una familia veía impotente como partía esa persona querida, el padre, esposo y compañero, el hermano y tío, el amigo y el vecino que siempre veíamos pasar. Hubo llantos, gemidos apagados que salían sin fuerzas, los rostros estaban marcados por esa terrible tragedia, la pérdida de nuestros seres queridos; estaban con una expresión de tristeza que les era difícil de ocultar. Pronto sellaron la bóveda y el dolor que sintieron fue como una tortura infame y cruel. Había que marchar para enfrentar otra realidad, la aceptación de la partida” (Nefer Zequeira).

El día en que se apagó la 'segunda voz'

El 13 de enero, por la madrugada, David Márquez escuchó en medio del sueño que a su hermana le entró una llamada. La vio hablando desesperadamente y le preguntó qué había pasado. –Iván acaba de fallecer, respondió terminantemente. ‘Vancho’ había compartido el día anterior con su amigo Hebert Vargas, cantante de vallenato con más de 20 años de trayectoria. “Y pensar que a pocas horas (horas después) de habernos encontrado hayas tenido que partir amigo mío, Dios te tenga en su santa gloria”, escribió el artista en su cuenta de Instagram. Iván cumpliría 56 años el 18 de enero de 2020, día en que la muerte asestó otro duro golpe a la familia.

De derecha a izquierda: Iván Calderón (Q.e.p.d) y su amigo corista Jesús Hernán García

El 14 de enero de 2020, día del último adiós a Iván, la prosa fúnebre se dejó apreciar:

“Hoy deambulan notas tristes de un acordeón. Un susurro melancólico se pierde en la distancia queriendo desahogar el alma herida de los que presenciamos tu partida. No escucharemos esa voz que alegraba una parranda y entre expresiones de sonrisas contagiabas tus amigos; hoy las lágrimas son las compañeras de los amigos y familiares que te dijimos adiós en esa triste despedida. Una guitarra y el acordeón lloraron desconsolados esa voz que se marchó, un compositor tal vez narrará unas estrofas de una canción donde diga lo que perdió el vallenato. Una caja bajará su sonido como muestra del dolor pero una voz cantará para homenajear a un pacífico grande de nuestro folclor” (Nefer Zequeira).

Iván tenía planes de grabar la canción Magia, de Andrés Cepeda, junto a su hija menor, Nissi Yireth, quien la había interpretado en el 2019, en el concurso La Voz, liderado por la Casa de La Cultura Municipal. Nissi es heredera  de una voz eufónica y de la capacidad de dibujar con destreza. En ocasiones sintió pena de cantar con su papá; sin embargo él decía que eran cosas de niña y siempre estaba brindándole consejos para explotar al máximo su talento. Él estaba orgulloso de su hija, decía que iba a ser grande.

Pocos días antes de morir, Iván se hallaba preocupado por la salud de su hermano, le decía que fuera al médico y Wilmer le respondía que se sentía bien. Llegó a decirle a su esposa: -yo no sé qué voy a hacer si mi hermano se muere, sin contar que la muerte le sorprendería primero a él. Wilmer siempre le ofrecía consejos a Iván, quien tenía sus inconformismos cuando creía no recibir lo justo por su trabajo: le decía que sobrellevara las cosas con calma. Iván guardaba un profundo respeto a su hermano mayor.


Nissi Yireth y su padre Iván Calderón (Q.e.p.d). 2019

“Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete, porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo tendrá presente en su corazón” (Ec. 7: 2). Sin embargo, nadie aguarda el momento de la partida de un ser querido. El anhelo de eternidad está implantado en lo más íntimo del corazón humano. Ya Gabriel García Márquez había hablado del sentimiento que hoy embarga a toda una familia:

Si hubiese sabido que era la última vez que te veía salir por esa puerta, te habría llenado de abrazos y besos… Si hubiese sabido que era la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente […] Me gustaría haberte dicho cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.

Por: Alex Gutiérrez Navarro


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