Cuando los golpes son lecciones
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Rosa Ternera en Montería, campamento preparatorio de cara a los Juegos Nacionales 2019/ Foto: perfil de facebook |
Quien la ve, no la conoce y probablemente tampoco llega a pensar que esas manos, que cuidan de dejar las arepas de queso muy bien horneadas, manos que se extienden hacia propios y foráneos con presteza para ofrecer el exquisito producto, también se empuñan con pasión para dignificar al deporte de las narices chatas.
Fue
amor a primera vista. Una tarde cualquiera, saliendo de clases, se dirigió al
traspatio de la Casa de la Cultura de La Paz, lugar que sirvió durante más de
cinco años para el entrenamiento de pugilistas aficionados del municipio. Rosa
Ternera comenzó a asistir a las prácticas sin el consentimiento de su madre,
Lucenith Soto, quien le hacía en las secciones de adiestramiento futbolístico.
Cuando determinó llegar a su domicilio con las vendas en sus manos, su
progenitora ‘puso el grito en el cielo’.
El
aprendizaje del boxeo ha impactado profundamente en todas las dimensiones de su
vida. Era una persona dada a las rencillas; ahora, es de trato ecuánime y asume
las dificultades y la adversidad con madurez emocional. Es una lección que ha
venido aprendiendo durante los últimos cuatro años como pugilista aficionada.
Laudelino
Torres, conocido popularmente en el municipio de La Paz como ‘el ñuño’, le ha
prodigado gran parte de los conocimientos técnicos en este deporte, así como el
profesor Víctor Díaz, de Becerril, Cesar, quien ha inculcado en ella la
necesidad de ser disciplinada y trabajar a diario sin pretextos, como elementos
ineludibles para lograr objetivos dentro y fuera del cuadrilátero.
Para
Rosa, es rotundamente improbable que el boxeo sea un deporte exclusivamente
masculino. De hecho, ella es prueba fehaciente de como la mujer ha logrado un
espacio preponderante en esta disciplina tan ígnea y de mucha fricción. Más
allá de los golpes y el espectáculo, cree que se cifra, principalmente, en la
amistad con otros peleadores y conocer sus expectativas.
Los
familiares de esta peleadora oriunda de San Diego, Cesar, radicada hace más de
cuatro años en La Paz, consideran descabellado que se encuentre involucrada en
todo este asunto y no se explican cómo ha podido escoger la práctica del boxeo
como un estilo de vida; sin embargo, con el paso de los años han decidido
apoyarle. En varias ocasiones, después de los entrenamientos, ha llegado a su
casa con partes del rostro malogradas y no ha faltado, sobre todo, la
recriminación de su madre. Entre el 2018 y el 2019 representó al Cesar en
juegos nacionales en Pasto, Nariño y Cartagena, Bolívar, respectivamente,
dejando en alto el nombre de su departamento.
Desea
seguir preparándose al máximo y estar concentrada para asumir desafíos futuros.
Quiere recibir el llamado de la Selección Cesar y está empeñada en ese
propósito. Todas sus peleas le han moldeado significativamente como deportista;
no obstante, clasifican dentro de sus presentaciones más decisivas las que han
tenido lugar en torneos nacionales.
“El
Gobierno debe invertir más en el deporte y en escuelas de Boxeo; hay niños con
sueños latentes de ser boxeadores y se ven opacados por la falta de interés
hacia el deportista, quien sufre por la falta de apoyo económico y por
negársele la posibilidad de potenciar el aprendizaje”, afirma Rosa con gran
preocupación y un destello de optimismo.
Su
gran sueño, en la esfera deportiva, es ir a juegos olímpicos y granjearse
medallas de oro. A nivel profesional, se proyecta continuar sus estudios de
psicología, en los cuales ha cursado dos semestres académicos. Su invitación y
mensaje se dejaron oír la tarde del viernes, 31 de enero de 2020, a través de
las ondas radiofónicas: <<aunque las dificultades apremien, que nuestra
única motivación sea persistir en la búsqueda de nuestros más nobles
ideales>>.
Por:
Alex Gutiérrez Navarro.
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