El trono académico
OPINIÓN
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Fuente: Semanario La Calle |
Soy egresado de la Universidad Popular del Cesar.
Hago parte de ese escaso porcentaje de cesarences que ha logrado empezar y terminar sus estudios de pregrado con más felicidad que cansancio. En mis días de estudiante, todo lo vivido dentro del recinto académico me
resultó atrayente. En aquel tiempo, se echaba a andar la
construcción de la nueva biblioteca y mi vida transcurría mágica: entre ciencia, libros y atardeceres
utópicos en la plazoleta.
La experiencia Universitaria es ampliamente impactante por la manera en que esculpe nuestra mentalidad.
Desde una dimensión funcional, no
llegamos a incorporar de manera efectiva una teoría
que oriente nuestra ocupación desde lo técnico, filosófico y moral. Y
desde otra, menos abstracta y más práctica,
no alcanzamos a manejar la dualidad que produce el inevitable choque entre conocimiento científico y
popular; éste último, mal delimitado, refranero y desafiante de la evidencia. Quizás,
más literario que popular.
Recientemente, muchas voces especializadas de la academia
han expresado su descontento por
la ausencia de activismo universitario.
La falta de intervención en temas
sociales decisivos ha quitado protagonismo al rol humanista y
sugerente de la Universidad; algunas veces,
por tomar partido en contiendas políticas,
sometiendo a la ciencia, la innovación y la tecnología a la coexistencia de los vaivenes de la
dirigencia, cuyos juicios pueden resultar en la pérdida de estatus y voz
independiente.
La Universidad debe parir ideas para que se
practiquen y se divulguen con la ciertísima seguridad de que funcionan, son justas
y realistas. El político debe escucharlas más, honrando su laborioso
trabajo con abundancia de conocimiento científico durante años. El claustro
universitario debe ser el trono académico al que se debe consultar por los problemas que nos aquejan, "por
la refriega de todos los días", dijo alguna vez Alejandro Gaviria. Y los
administradores del territorio deben saber que allí cuentan con el respaldo de
la evidencia y los argumentos.
Por: Carlos Oñate López.
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