Iván y Wilmer Calderón, se apagó la vida en un destello

Bogotá, 1992 Las tarimas sienten el vacío de la ‘segunda mejor voz del vallenato’, cuyas expectativas fueron alimentadas por sueños juveniles del ayer. El hogar de los Calderón Villero se quedó sin alma desde que, súbitamente, se vieron separados del artista, de su jovialidad y picardía; desde que el corista no vino más de Europa cargado con regalos para todos. La realidad es apenas asimilable. Las miradas lejanas y perdidas dejan asomar la congoja que emana de lo más recóndito de las sensibilidades humanas. Los familiares aún aguardan ser contagiados de la cálida presencia de los hermanos, en un intento por desafiar el espejismo de palparlos en cada lugar que frecuentaban, en las actividades en que empleaban su tiempo y los instantes compartidos que la memoria conserva latentes en el depósito de los recuerdos. Allí está el cuaderno donde Wilmer llevaba el registro fidedigno de los pormenores del equipo que le hacía vibrar de emoción, el Junior de Barranquilla. Allí, en el p...